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Américo Castro
Una lectura argentina
Fue el primer director del Instituto de Filología, enviado desde Madrid por R. Menéndez Pidal. Protagonizó las discusiones iniciales sobre el papel del Instituto y la lengua en la Argentina. En 1925 publicó El pensamiento de Cervantes, obra que marca el inicio del cervantismo moderno y que supone una radical superación de las lecturas decimonónicas.
Américo Castro (1885-1972)
Pertenecía a una familia española, pero nació circunstancialmente en Cantagalo (Brasil) en 1885. Se licenció en Granada (España) y en 1911 se doctoró en la Universidad de Madrid, institución en la que, como discípulo de Menéndez Pidal, contribuyó a la creación del Centro de Estudios Históricos. Hacia 1915 se convirtió en catedrático de Historia de la lengua castellana. Durante 1923 dirigió el Instituto de Filología de Buenos Aires. De este primer período destacan, entre otras, sus obras La enseñanza del español en España (1922), Lengua, enseñanza y literatura (1924) y El pensamiento de Cervantes (1925). A partir de esta obra la tradición crítica se renovó radicalmente y el peso de sus indagaciones se extiende a los volúmenes ulteriores que le dedica al alcalaíno: Los prólogos al ‘Quijote’ (1941), Hacia Cervantes (1957) y Cervantes y los casticismos españoles (1967). A causa de la Guerra Civil Española, se trasladó a los Estados Unidos, donde se desempeñó en las Universidades de Wisconsin, Texas y Princeton. En 1941 publicó La peculiaridad lingüística rioplatense y su sentido histórico (1941), texto a partir del cual se abrió un fervoroso debate con Jorge Luis Borges y que le valió la respuesta tanto del directamente involucrado como la defensa del entonces director del Instituto de Filología, Amado Alonso. De la última etapa de su producción, la obra más significativa fue España en su historia: cristianos, moros y judíos (1948) –material luego ampliado y complementado en La realidad histórica de España (1954)–, en el que proponía considerar lo islámico y lo hebraico como elementos decisivos en la construcción de “lo español”. Se retiró en 1953, aunque continuó sus viajes por América y Europa hasta 1968, cuando se instaló definitivamente en Madrid. Falleció en Lloret de Mar (España) en 1972.